13 may 2009

Prologo de “Rebelión en la granja” de George Orwell

El hombre, un cerdo granjero por naturaleza.

El hombre nace libre y el hombre lo hace esclavo. George Orwell, en Rebelión en la granja, mediante una metáfora a la política de la humanidad, nos cuenta la historia de unos animales de granja que mediante una emancipación a sus dueños, repiten —ya sin el yugo humano— las mismas acciones esclavistas y viles que estos cometían. Las diferentes especies animales, poseen disímiles cualidades y caracteres, de esta forma en el libro, George Orwell hace alusión a diversos tipos de personas mediante los distintos animales.

George Orwell, en varios de sus libros, revela su mentalidad antiimperialista y Rebelión en la granja no es la excepción. Los errores del pasado están destinados a repetirse, al menos en cuanto a política se refiere, pues una promesa socialista se ve abandonada ante una nueva y puerca aristocracia en el poder. Paso con la Alemania nazi, con la Italia fascista, con la ex unión Soviética,  con la Cuba “castrense”  y con la “Granja animal”. Pareciera ser que el único modelo Socialista puro que ha existido y se mantiene estable es el de la aldea pitufa, donde no existe una clase aristocrática, pero si un patriarca.

Muchos dirán: —Esto es como la política de mi país—, sin embargo esto NO es como la política de su país; es como la política mundial. Todos los regímenes políticos que existieron, existen y existirán, tienen sus simpatizantes y sus detractores. Desde dos que se separen por incompatibilidad de ideas, hasta los enemigos ya derrotados o aun por vencer. La lucha es constante, el enemigo está presente en todos lados; incluso delante del espejo.

El simbolismo de cada personaje en el texto se convierte en la armadura ignífuga que protege a George Orwell del fuego de la miseria y la crítica irrisible, pues en ella —emulando el uso de las características animales en una fabula— cada personaje se ve representado por una cualidad, un defecto o un poco de ambas. La figura del cerdo, usada para simbolizar la política, la pereza de un asno o incluso el “ser un borrego” se ponen en evidencia en una apoteósica metáfora.

“Que no coma el que no trabaje”, palabras sabias; técnicamente el lema del socialismo seria lo contrario, “Que no trabaje el que no coma”, pues si respira y se mueve tiene que trabajar; claro que a cambio se obtiene el mismo pago para unos que para otros: un evidente fallo si alguna de las partes trabaja más que otras. Para evitar este fallo —y por ser, en aras de la igualdad, todos diferentes— los animales de la antigua granja Manor establecen condiciones de igualdad de ración proporcionalmente directa al tamaño y necesidad de cada animal. Más tarde olvidada por una nueva forma de repartición, un tanto más conveniente.

Una pletórica idea del autor es la frase “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. En ella se resumen las bases del libro, donde evidencia, de manera un tanto humorística, las paradojas que conceptos, como el fuero, crean en naciones con libertad e igualdad para todos. En ellas tú no eres esclavo, eres empleado; no eres rey, pero eres presidente. Una actualización, un parche para corregir ese pequeño bug en la programación de la política.

Si ignoramos la historia, esta se ve condenada a repetirse. Donde una “miserable miseria” del pasado desaparece y es olvida por las nuevas generaciones, en cuya mente fresca crece una nueva “miseria ya  no miserable”. De una manera entretenida, impoluta, pero no inverosímil; podremos comprender la evolución de la historia humana, sus sociedades, su política.

“Las alas no valen como manos, pues son para volar y no para manipular como estas”, palabras sabias de Napoleón (el más cerdo de todos, es decir, el cerdo mayor); es cierto las manos son para manipular y se ha manipulado el pasado: desde olvidar personajes que iniciaron el movimiento de rebelión, hasta acusar a un individuo, solo bajo los términos de ser un cerdo, de conspiración y alta traición.

EL hecho de situar la historia en una granja limita un tanto el desarrollo de la idea, en cuanto a la cantidad de personajes que son factibles; sin embargo esta no representa un gran obstáculo para el autor. En esta pequeña “tesis” que George Orwell creó, sabremos —en las últimas líneas del texto— la diferencia entre un cerdo y un humano; comprendiendo así nuestro legado, tanto el  que hemos recibido, como el que la humanidad está creando para las generaciones venideras. Con esto doy por concluido mi prologo, un texto que si bien o mal, será ignorado por mucho; pues a fin de cuentas la obra es lo que interesa.

Daniel “Jericallo” Ramos.